Si yo, por doquiera, fuera a tu casa el día 14, querida amiga, a tu casa que también fue la mía, y que en poridad aún debiera serlo, en primer lugar te saludaría. Con urbanidad, desde luego, con afabilidad, si me dejares, incluso afectuosamente, si me lo demandares.

Si yo fuera a tu casa también saludaría cortésmente a tus invitados. Jamás les diría que dejaran tu casa para venir a la mía. Eso sería de mala educación y tú no te lo mereces, querida amiga. Intentaría, si me fuera posible alabar tu buen hacer. Y si no pudiera hacerlo, por debilidad de mis humanos humores, al menos haría algún comentario educado sobre tu casa, que son ya muchos años, incluso más de los que crees, que nos conocemos. Y que yo, al menos yo, te aprecio.

Y después me marcharía educadamente no sin antes invitarte a que vuelvas a mi casa cuando quieras y que la próxima vez no te olvides de saludarme, querida amiga.

Eso es lo que yo haría si el día 14 fuera a tu casa, que también fue la mía.